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AL CARAJO EL LENGUAJE INCLUSIVO
”Tuvieron que pasar 20 años para que se entendiera que el lenguaje inclusivo no solo es una imposición, sino también una estupidez”, dice el casi desaparecido Renco Bolaños, protagonista de La Rebelión de las Avispas, al comentar esta declaración de la feminista Carme Junyent que ha publicado el diario El país
El lenguaje inclusivo es una imposición y ya está bien
El lenguaje inclusivo es una imposición y ya está bien
PARA LOS “IGNORANTOS E IGNORANTAS"
Yo no soy víctima de la Ley Orgánica de Educación. Tengo 69 años y he tenido la suerte de estudiar bajo unos planes educativos buenos, por encima de las estadísticas de aprobados y de la propaganda política.
En el jardín de infancia(así se llamaba entonces lo que hoy es "educación inicial") empecé a estudiar con una cartilla que todavía recuerdo perfectamente:
la A de "araña", la E de "elefante", la I de "iglesia" la O de "ojo" y la U de "uña"...
En Primaria estudiábamos Lengua, Matemáticas, Ciencias, ..
En 6º de Primaria, si en un examen tenías una falta de ortografía del tipo de "b en vez de v" o cinco faltas de acentos, te bajaban y bien bajada la nota.
En Bachillerato, estudié Historia, Geografía, matemáticas, química, biología, física, latín, Literatura y Filosofía.
Leí El Quijote y el Lazarillo de Tormes; leí Lanzas coloradas, Casas muertas, Doña Bárbara y otros... Pero, sobre todo, aprendí a hablar y a escribir con corrección.
Aprendí a amar nuestra lengua, nuestra historia y nuestra cultura.
Y... vamos con la Gramática:
En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales.
El participio activo del verbo atacar es "atacante";
el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente".
¿Cuál es el del verbo ser? Es "ente", que significa "el que tiene identidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación "ente".
Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción
De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no “pacienta"; "dirigente", no dirigenta"; "residente", no "residenta”
Y ahora, la pregunta: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son "periodistos"), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española? Creo que por la dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hacen más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).
Les propongo que pasen el mensaje a sus amigos y conocidos, en la esperanza de que llegue finalmente a esos ignorantes semovientes (no "ignorantas semovientas", aunque ocupen carteras ministeriales).
Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto. Algunos de los firmantes eran: *el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino y, sobre todo, ¡el machisto!
Porque no es lo mismo tener "UN CARGO PÚBLICO" que ser "UNA CARGA PÚBLICA".
Yo no soy víctima de la Ley Orgánica de Educación. Tengo 69 años y he tenido la suerte de estudiar bajo unos planes educativos buenos, por encima de las estadísticas de aprobados y de la propaganda política.
En el jardín de infancia(así se llamaba entonces lo que hoy es "educación inicial") empecé a estudiar con una cartilla que todavía recuerdo perfectamente:
la A de "araña", la E de "elefante", la I de "iglesia" la O de "ojo" y la U de "uña"...
En Primaria estudiábamos Lengua, Matemáticas, Ciencias, ..
En 6º de Primaria, si en un examen tenías una falta de ortografía del tipo de "b en vez de v" o cinco faltas de acentos, te bajaban y bien bajada la nota.
En Bachillerato, estudié Historia, Geografía, matemáticas, química, biología, física, latín, Literatura y Filosofía.
Leí El Quijote y el Lazarillo de Tormes; leí Lanzas coloradas, Casas muertas, Doña Bárbara y otros... Pero, sobre todo, aprendí a hablar y a escribir con corrección.
Aprendí a amar nuestra lengua, nuestra historia y nuestra cultura.
Y... vamos con la Gramática:
En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales.
El participio activo del verbo atacar es "atacante";
el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente".
¿Cuál es el del verbo ser? Es "ente", que significa "el que tiene identidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación "ente".
Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción
De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no “pacienta"; "dirigente", no dirigenta"; "residente", no "residenta”
Y ahora, la pregunta: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son "periodistos"), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española? Creo que por la dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hacen más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).
Les propongo que pasen el mensaje a sus amigos y conocidos, en la esperanza de que llegue finalmente a esos ignorantes semovientes (no "ignorantas semovientas", aunque ocupen carteras ministeriales).
Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto. Algunos de los firmantes eran: *el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino y, sobre todo, ¡el machisto!
Porque no es lo mismo tener "UN CARGO PÚBLICO" que ser "UNA CARGA PÚBLICA".
Varga Llosa se burla de las feminazis
Nuestra colaboradora, sustituta, y ya colega de la San Judas, Zoraida Crespo, se ha servido regalarnos el siguiente vídeo que tanto interesa en la UPA para nuestra corrección político lingüística, pues acá el lenguaje que Vargas Llosa llama “estúpido”, es obligatorio desde el 2005.
Yo sé que la prensa internacional se va a llegar a ocupar de ella algún día, aunque sea en los últimos momentos, y que la farándula local le va a seguir haciendo entrevistas y reportajes zalameros hasta que todos conozcamos su malinche historia. Y, finalmente, cuando ya todas sus canas se le hayan caído, vendrá la película: una bio-pic –como se dice ahora– donde estará reflejada casi toda su vida. Pero no toda, porque yo también sé que nadie va a querer contar una parte medular de esa carrera de “triunfos” que hoy asombra a los incautos, pero no tanto a quienes la conocimos cuando era una simple vendedora de ollas.
Que ahora sea una escritora “famosa”, con más de tres libros publicados y hasta un premio de novela,para uno de sus cuentos, no significa que no fuera con arcilla con lo que comenzó todas sus, de por si endebles, construcciones. No en vano se ha dicho que con arcilla o con el polvo, que es lo mismo, comenzó todo después de la gran explosión.
La historia es que Nautilia Wolf dio mucha vueltas por el mundo antes de llegar a Costa Rica. Y eso es lo que no se cuenta, y menos lo de las ollas, porque es un pasaje que poco adorna y para ella, malagradecida por naturaleza, una humillación olvidada.
Nació en el siglo pasado en Alemania, en una pequeña ciudad de la Selva Negra, donde su padre era gendarme de la república de Weimar y después SS de las fuerzas nazis en Badenweiler.
Tuvieron que huir a Chile después del armisticio del 45 y allí creció en la colonia Dignidad con acento teutón y revanchas escondidas.
Se juntó con un costarricense de profesión semiótico y aunque tuvieron una hija, él nunca estuvo muy claro de su definición sexual, hasta que lo descubrieron con un negro en los Apartamentos Guilá, y su foto apareció en La Extra armado de poca ropa y con un porro jamaiquino en la mano derecha.
Ella –hay que reconocerlo– se dobló en el barro para la crianza de sus críos y, por culpa del negro, empezó a generar una insidia contra todo lo que fuera el sexo opuesto, y muy a menudo contra todo lo que no le fuera dulce a sus pataleos y berrinches. Hasta a su pobre perra, “la troyana”, la pateó una noche que no ladró cuando se metieron a robar en su apartamentito de Sabanilla.
Como no había estudiado nada y a fin de aportar a las necesidades familiares, se adiestró en la confección de ollas. Algo había aprendido en Conchalí y en el Cajón del Maipo. Grandes, medianas y pequeñas ollas que forjaba en barro de acequia para venderlas por las tienditas y cafeterías de la Universidad Popular.
Así la conocí yo en la Calle de la Amargura, cargada de tiestos como un Ekeko, hasta que un día me pidió cita formal en El totolate para decirme que quería convertirse en escritora y que si yo la podía ayudarla revisandole sus pringoteos. –“Que es que tenía muchas trabas, pero también muchas ganas”. Y no voy de idiota y le digo que sí.
Me trajo uno y después otro y así dijo que se iba a convertir en escritora. Le corregí los gazapos y le publiqué en la sección cartas los que estaban menos malos.
Hasta que una tarde llegó eufórica y me dijo que tenía una novela entre manos, que apenas iba por el primer capítulo, pero que ya había dejado las ollitas y podría dedicarle tiempo a la literatura. Que si le hacía el favor de revisársela.
Le respondí que sí, que me diera tiempo, y, como acostumbro decirle a mis alumnos, le advertí que le diría lo que pensaba: fuera positivo o negativo y que si estaba dispuesta a soportar mi crítica que la trajera y que de lo contrario, se economizara el viaje. Me replicó que por supuesto sí, que yo le había corregido todos sus escarceos iniciales y que por eso mismo me pedía una opinión.
Me trajo el capitulillo. Unas 40 páginas más o menos bien pergeñadas, pero sumamente descriptivas, de arco lineal, sin formación de caracteres, sin diálogos ni intriga, en resumen: demasiado convencional y plana para mi gusto… Y se lo dije.
¡Para qué lo hice! Se puso histérica, rabiosa, vociferante y empezó a gritarme improperios frente a los funcionarios del periódico que dirigía. “Que qué me creía yo, por escribir en un pasquín, que eso lo hacía cualquier idiota”, me latió. No tuve más remedio que sacarla, un poco a la fuerza y bajo amenaza de que le iba a patear el culo.
Jamás volví a verla ni tampoco a sus garabatos, hasta que para su desgracia coincidimos una tarde de café en casa de Joaquín Gutiérrez, mi gran amigo y maestro.
En medio de las galletitas de rigor, se hablaba de Chile y de Costa Rica y también de la política. En un momento dado la vieja de las ollas empezó a ladrar contra Costa Rica, contra el gobierno y contra los ticos. Estaba exaltada. Como la vez anterior en mi oficina y no paraba de atacar al Presidente Monge, y al talante de los ticos “que son unos pendejos y no tienen ovarios para enfrentar a Reagan”, “que es una epidemia nacional que no se ve en toda Centroamérica”, “que en Nicaragua o en Chile no pasan estas cosas”.
El viejo maestro, apoyado en su bastón, le advirtió que la parara, le hizo ver que ella era una refugiada y que había sido recibida con generosidad. “Si vos llegaste con un poco de barro entre las manos y hasta te han dado premios”, “no tenés derecho a ofender este país y tenés que respetar mi casa”, le dijo.
La alfarera no hizo caso y continuó su diatriba. “Maricas es lo que son, como mi ex”, dijo. Las manos de Joaquín temblaban sobre el viejo bastón de roble, sus comisuras se arquearon y, en un momento dado, explotó en una ira incontrolable y la echó a escandalosos verbos de su residencia frente al espanto de los pocos tertulianos que allí quedaban.
Yo no dije nada. No era mi casa, pero, talvez por ser testigo y por no haberle enseñado a escribir de una manera debida, la vieja de las ollas me agarró entre odios y no paró de hablar mierdas contra mi pobre humanidad que, en un determinado momento, cuando ya todos los habitantes de la UPA la tenían bien ubicada en sus desvaríos y loqueras, mi pobre humanidad, digo, empezó a sentirse honrada por los dicterios de aquella mal agradecida trabajadora del barro negro que la vio nacer en Badenweiler.
Que ahora sea una escritora “famosa”, con más de tres libros publicados y hasta un premio de novela,para uno de sus cuentos, no significa que no fuera con arcilla con lo que comenzó todas sus, de por si endebles, construcciones. No en vano se ha dicho que con arcilla o con el polvo, que es lo mismo, comenzó todo después de la gran explosión.
La historia es que Nautilia Wolf dio mucha vueltas por el mundo antes de llegar a Costa Rica. Y eso es lo que no se cuenta, y menos lo de las ollas, porque es un pasaje que poco adorna y para ella, malagradecida por naturaleza, una humillación olvidada.
Nació en el siglo pasado en Alemania, en una pequeña ciudad de la Selva Negra, donde su padre era gendarme de la república de Weimar y después SS de las fuerzas nazis en Badenweiler.
Tuvieron que huir a Chile después del armisticio del 45 y allí creció en la colonia Dignidad con acento teutón y revanchas escondidas.
Se juntó con un costarricense de profesión semiótico y aunque tuvieron una hija, él nunca estuvo muy claro de su definición sexual, hasta que lo descubrieron con un negro en los Apartamentos Guilá, y su foto apareció en La Extra armado de poca ropa y con un porro jamaiquino en la mano derecha.
Ella –hay que reconocerlo– se dobló en el barro para la crianza de sus críos y, por culpa del negro, empezó a generar una insidia contra todo lo que fuera el sexo opuesto, y muy a menudo contra todo lo que no le fuera dulce a sus pataleos y berrinches. Hasta a su pobre perra, “la troyana”, la pateó una noche que no ladró cuando se metieron a robar en su apartamentito de Sabanilla.
Como no había estudiado nada y a fin de aportar a las necesidades familiares, se adiestró en la confección de ollas. Algo había aprendido en Conchalí y en el Cajón del Maipo. Grandes, medianas y pequeñas ollas que forjaba en barro de acequia para venderlas por las tienditas y cafeterías de la Universidad Popular.
Así la conocí yo en la Calle de la Amargura, cargada de tiestos como un Ekeko, hasta que un día me pidió cita formal en El totolate para decirme que quería convertirse en escritora y que si yo la podía ayudarla revisandole sus pringoteos. –“Que es que tenía muchas trabas, pero también muchas ganas”. Y no voy de idiota y le digo que sí.
Me trajo uno y después otro y así dijo que se iba a convertir en escritora. Le corregí los gazapos y le publiqué en la sección cartas los que estaban menos malos.
Hasta que una tarde llegó eufórica y me dijo que tenía una novela entre manos, que apenas iba por el primer capítulo, pero que ya había dejado las ollitas y podría dedicarle tiempo a la literatura. Que si le hacía el favor de revisársela.
Le respondí que sí, que me diera tiempo, y, como acostumbro decirle a mis alumnos, le advertí que le diría lo que pensaba: fuera positivo o negativo y que si estaba dispuesta a soportar mi crítica que la trajera y que de lo contrario, se economizara el viaje. Me replicó que por supuesto sí, que yo le había corregido todos sus escarceos iniciales y que por eso mismo me pedía una opinión.
Me trajo el capitulillo. Unas 40 páginas más o menos bien pergeñadas, pero sumamente descriptivas, de arco lineal, sin formación de caracteres, sin diálogos ni intriga, en resumen: demasiado convencional y plana para mi gusto… Y se lo dije.
¡Para qué lo hice! Se puso histérica, rabiosa, vociferante y empezó a gritarme improperios frente a los funcionarios del periódico que dirigía. “Que qué me creía yo, por escribir en un pasquín, que eso lo hacía cualquier idiota”, me latió. No tuve más remedio que sacarla, un poco a la fuerza y bajo amenaza de que le iba a patear el culo.
Jamás volví a verla ni tampoco a sus garabatos, hasta que para su desgracia coincidimos una tarde de café en casa de Joaquín Gutiérrez, mi gran amigo y maestro.
En medio de las galletitas de rigor, se hablaba de Chile y de Costa Rica y también de la política. En un momento dado la vieja de las ollas empezó a ladrar contra Costa Rica, contra el gobierno y contra los ticos. Estaba exaltada. Como la vez anterior en mi oficina y no paraba de atacar al Presidente Monge, y al talante de los ticos “que son unos pendejos y no tienen ovarios para enfrentar a Reagan”, “que es una epidemia nacional que no se ve en toda Centroamérica”, “que en Nicaragua o en Chile no pasan estas cosas”.
El viejo maestro, apoyado en su bastón, le advirtió que la parara, le hizo ver que ella era una refugiada y que había sido recibida con generosidad. “Si vos llegaste con un poco de barro entre las manos y hasta te han dado premios”, “no tenés derecho a ofender este país y tenés que respetar mi casa”, le dijo.
La alfarera no hizo caso y continuó su diatriba. “Maricas es lo que son, como mi ex”, dijo. Las manos de Joaquín temblaban sobre el viejo bastón de roble, sus comisuras se arquearon y, en un momento dado, explotó en una ira incontrolable y la echó a escandalosos verbos de su residencia frente al espanto de los pocos tertulianos que allí quedaban.
Yo no dije nada. No era mi casa, pero, talvez por ser testigo y por no haberle enseñado a escribir de una manera debida, la vieja de las ollas me agarró entre odios y no paró de hablar mierdas contra mi pobre humanidad que, en un determinado momento, cuando ya todos los habitantes de la UPA la tenían bien ubicada en sus desvaríos y loqueras, mi pobre humanidad, digo, empezó a sentirse honrada por los dicterios de aquella mal agradecida trabajadora del barro negro que la vio nacer en Badenweiler.
¿Evitar a las mujeres a toda costa?
Javier Marías 30 DIC 2018 - 00:00
La idea de que las mujeres han de ser creídas en todo caso se ha extendido lo bastante como para que muchos varones prefieran no correr el mínimo riesgo
TOMAMOS INICIATIVAS con gran alegría y con prisas, olvidando que nadie es capaz de prever lo que provocarán a la larga o a la media. No pocas veces medidas “menores” y frívolas, o autocomplacientes, han desembocado en guerras al cabo de no mucho tiempo. Los impulsores de las medidas nunca se lo habrían imaginado, y desde luego se declararán inocentes de la catástrofe, negarán haber tenido parte en ella. Y sin embargo habrán sido sus principales artífices.
Sin llegar, espero, a estas tragedias, el alabado movimiento MeToo y sus imitaciones planetarias están cosechando algunos efectos contraproducentes, al cabo de tan sólo un año de prisas y gran alegría. Había una base justa en la denuncia de prácticas aprovechadas, chantajistas y abusivas por parte de numerosos varones, no sólo en Hollywood sino en todos los ámbitos. Ponerles freno era obligado. Las cosas, sin embargo, se han exagerado tanto que empiezan a producirse, por su culpa, situaciones nefastas para las propias mujeres a las que se pretendía defender y proteger. El feminismo clásico (el de las llamadas “tres primeras olas”) buscaba sobre todo la equiparación de la mujer con el hombre en todos los aspectos de la vida. Que aquélla gozara de las mismas oportunidades, que percibiera igual salario, que no fuera mirada por encima del hombro ni con paternalismo, que no se considerara un agravio estar a sus órdenes. Que el sexo de las personas, en suma, fuera algo indiferente, y que no supusieran “noticia” los logros o los cargos alcanzados por una mujer; que se vieran tan naturales como los de los varones.
Leo que según informes de Bloomberg, de la Fawcett Society y del PEW Research Center, dedicado a estudiar problemas, actitudes y tendencias en los Estados Unidos y en el mundo, se ha establecido en Wall Street una regla tácita que consiste en “evitar a las mujeres a toda costa”. Lo cual se traduce en posturas tan disparatadas como no ir a almorzar (a cenar aún menos) con compañeras; no sentarse a su lado en el avión en un viaje de trabajo; si se ha de pernoctar, procurar alojarse en un piso del hotel distinto; evitar reuniones a solas con una colega. Y, lo más grave y pernicioso, pensárselo dos o tres veces antes de contratar a una mujer, y evaluar los riesgos implícitos en decisión semejante. El motivo es el temor a poder ser denunciados por ellas; a ser considerados culpables tan sólo por eso, o como mínimo “manchados”, bajo sospecha permanente, o despedidos por las buenas. La idea de que las mujeres no mienten, y han de ser creídas en todo caso (como hace poco sostuvo entre nosotros la autoritaria y simplona Vicepresidenta Calvo), se ha extendido lo bastante como para que muchos varones prefieran no correr el más mínimo riesgo. La absurda solución: no tratar con mujeres en absoluto, por si acaso. Ni contratarlas. Ni convertirse en “mentores” suyos cuando son principiantes en un territorio tan difícil y competitivo como Wall Street. En las Universidades ocurre otro tanto: si hace ya treinta años un profesor reunido con una alumna dejaba siempre abierta la puerta del despacho, ahora hace lo mismo si quien lo visita es una colega. Los hay que rechazan dirigirles tesis a estudiantes femeninas, por si las moscas. En los Estados Unidos ya hay colleges que imitan al islamismo: está prohibido todo contacto físico, incluido estrecharse la mano. Como en Arabia Saudita y en el Daesh siniestro, sólo que allí, que yo sepa, ese contacto está sólo vedado entre personas de distinto sexo, no entre todo bicho viviente.
Parece una reacción exagerada, pero hasta cierto punto comprensible si, como señaló la americana Roiphe en un artículo de hace meses, se denuncia como agresión o acoso pedirle el teléfono a una mujer, sentarse un poco cerca de ella durante un trayecto en taxi, invitarla a almorzar, o apoyar un dedo o dos en su cintura mientras se les hace una foto a ambos. No es del todo raro que, ante tales naderías elevadas a la condición de “hostigamiento sexual” o “conducta impropia” o “machista”, haya individuos decididos a abstenerse de todo trato con el sexo opuesto, ya que uno nunca sabe si está en compañía de alguien razonable, o quisquilloso y con susceptibilidad extrema. El resultado de esta tendencia varonil, como señalaban los mencionados informes, es probablemente el más indeseado por las verdaderas feministas, y llevaría aparejado un nuevo tipo de discriminación sexual. Se dejaría de trabajar con mujeres, de asesorarlas y aun de contratarlas no por juzgarlas inferiores ni menos capacitadas, sino potencialmente problemáticas y dañinas para las propias carrera y empleo. Si continuara y se extendiera esta percepción, acabaríamos teniendo dos esferas paralelas que nunca se cruzarían, y, como he dicho antes, el islamismo nos habría contagiado y habría triunfado sin necesidad de más atentados: tan sólo imbuyéndonos la malsana creencia de que los hombres y las mujeres deben estar separados y, sobre todo, jamás rozarse. Ni siquiera codo con codo al atravesar una calle ni al ir sentados en un tren durante largas horas.
FUENTE: https://elpais.com/elpais/2018/12/24/eps/1545642250_738602.html
Javier Marías 30 DIC 2018 - 00:00
La idea de que las mujeres han de ser creídas en todo caso se ha extendido lo bastante como para que muchos varones prefieran no correr el mínimo riesgo
TOMAMOS INICIATIVAS con gran alegría y con prisas, olvidando que nadie es capaz de prever lo que provocarán a la larga o a la media. No pocas veces medidas “menores” y frívolas, o autocomplacientes, han desembocado en guerras al cabo de no mucho tiempo. Los impulsores de las medidas nunca se lo habrían imaginado, y desde luego se declararán inocentes de la catástrofe, negarán haber tenido parte en ella. Y sin embargo habrán sido sus principales artífices.
Sin llegar, espero, a estas tragedias, el alabado movimiento MeToo y sus imitaciones planetarias están cosechando algunos efectos contraproducentes, al cabo de tan sólo un año de prisas y gran alegría. Había una base justa en la denuncia de prácticas aprovechadas, chantajistas y abusivas por parte de numerosos varones, no sólo en Hollywood sino en todos los ámbitos. Ponerles freno era obligado. Las cosas, sin embargo, se han exagerado tanto que empiezan a producirse, por su culpa, situaciones nefastas para las propias mujeres a las que se pretendía defender y proteger. El feminismo clásico (el de las llamadas “tres primeras olas”) buscaba sobre todo la equiparación de la mujer con el hombre en todos los aspectos de la vida. Que aquélla gozara de las mismas oportunidades, que percibiera igual salario, que no fuera mirada por encima del hombro ni con paternalismo, que no se considerara un agravio estar a sus órdenes. Que el sexo de las personas, en suma, fuera algo indiferente, y que no supusieran “noticia” los logros o los cargos alcanzados por una mujer; que se vieran tan naturales como los de los varones.
Leo que según informes de Bloomberg, de la Fawcett Society y del PEW Research Center, dedicado a estudiar problemas, actitudes y tendencias en los Estados Unidos y en el mundo, se ha establecido en Wall Street una regla tácita que consiste en “evitar a las mujeres a toda costa”. Lo cual se traduce en posturas tan disparatadas como no ir a almorzar (a cenar aún menos) con compañeras; no sentarse a su lado en el avión en un viaje de trabajo; si se ha de pernoctar, procurar alojarse en un piso del hotel distinto; evitar reuniones a solas con una colega. Y, lo más grave y pernicioso, pensárselo dos o tres veces antes de contratar a una mujer, y evaluar los riesgos implícitos en decisión semejante. El motivo es el temor a poder ser denunciados por ellas; a ser considerados culpables tan sólo por eso, o como mínimo “manchados”, bajo sospecha permanente, o despedidos por las buenas. La idea de que las mujeres no mienten, y han de ser creídas en todo caso (como hace poco sostuvo entre nosotros la autoritaria y simplona Vicepresidenta Calvo), se ha extendido lo bastante como para que muchos varones prefieran no correr el más mínimo riesgo. La absurda solución: no tratar con mujeres en absoluto, por si acaso. Ni contratarlas. Ni convertirse en “mentores” suyos cuando son principiantes en un territorio tan difícil y competitivo como Wall Street. En las Universidades ocurre otro tanto: si hace ya treinta años un profesor reunido con una alumna dejaba siempre abierta la puerta del despacho, ahora hace lo mismo si quien lo visita es una colega. Los hay que rechazan dirigirles tesis a estudiantes femeninas, por si las moscas. En los Estados Unidos ya hay colleges que imitan al islamismo: está prohibido todo contacto físico, incluido estrecharse la mano. Como en Arabia Saudita y en el Daesh siniestro, sólo que allí, que yo sepa, ese contacto está sólo vedado entre personas de distinto sexo, no entre todo bicho viviente.
Parece una reacción exagerada, pero hasta cierto punto comprensible si, como señaló la americana Roiphe en un artículo de hace meses, se denuncia como agresión o acoso pedirle el teléfono a una mujer, sentarse un poco cerca de ella durante un trayecto en taxi, invitarla a almorzar, o apoyar un dedo o dos en su cintura mientras se les hace una foto a ambos. No es del todo raro que, ante tales naderías elevadas a la condición de “hostigamiento sexual” o “conducta impropia” o “machista”, haya individuos decididos a abstenerse de todo trato con el sexo opuesto, ya que uno nunca sabe si está en compañía de alguien razonable, o quisquilloso y con susceptibilidad extrema. El resultado de esta tendencia varonil, como señalaban los mencionados informes, es probablemente el más indeseado por las verdaderas feministas, y llevaría aparejado un nuevo tipo de discriminación sexual. Se dejaría de trabajar con mujeres, de asesorarlas y aun de contratarlas no por juzgarlas inferiores ni menos capacitadas, sino potencialmente problemáticas y dañinas para las propias carrera y empleo. Si continuara y se extendiera esta percepción, acabaríamos teniendo dos esferas paralelas que nunca se cruzarían, y, como he dicho antes, el islamismo nos habría contagiado y habría triunfado sin necesidad de más atentados: tan sólo imbuyéndonos la malsana creencia de que los hombres y las mujeres deben estar separados y, sobre todo, jamás rozarse. Ni siquiera codo con codo al atravesar una calle ni al ir sentados en un tren durante largas horas.
FUENTE: https://elpais.com/elpais/2018/12/24/eps/1545642250_738602.html
LAS FEMINAZIS SE VAN A APODERAR DE LA UPA
Una entidad llamada SexTapo, que nació directamente en la Rectoría años atrás, pretende tomar la UPA en las próximas elecciones.
Lea aquí algunas cosas vinculadas a ese peligroso movimiento que campea en nuestra Universidad. Disculpen las fallas de redacción, pero es que el Renco Bolaños anda de vacaciones.
Lea aquí algunas cosas vinculadas a ese peligroso movimiento que campea en nuestra Universidad. Disculpen las fallas de redacción, pero es que el Renco Bolaños anda de vacaciones.
Reglamentan acoso visual, auditivo, olfativo y táctil
Como una muestra más de los avances tecnológicos, filosóficos y conductuales que nuestra institución (UPA) le ofrece al país casi diariamente, la recién estrenada Prima Rectorina ha ordenado la reglamentación cuidadosa de las más recientes modalidades de acoso sexual surgidas en todo el territorio.
La distinguida autoridad ha solicitado a la Oficina Jurídica que proceda a publicar el reglamento redactado por el falleciente grupo Cero-Fémina, que indica la conveniencia de decantar y sancionar cada nueva modalidad de acoso que se detecte en la convivencia diaria. Gracias al Bachiller en Todología, Rebeca Sandoval , se ha podido comprobar que todo el campus de la UPA es agobiado por un acoso visual que no deja vivir en paz a las mujeres de la Academia. Especialmente a las bonitas, porque la Monse no corre peligro ni en la Isla de San Lucas. Con cámara en mano, Rebeca documentó las miradas lascivas y malvadas de los masculinos sobre una alumna suya a la que puso a caminar en mini-micro-mini-falda por la ciudad universitaria. Los tipos se la quedaban viendo de abajo para arriba y llegaron hasta a decirle “ricura”, “cosita”, “que buenas…tardes” y otras groserías por el estilo que fueron grabadas en el vídeo y mostradas después en el Departamento Fememino (DF) a todas sus miembras, incluida su jefa doña Zaida Guzmán, hoy felizmente recuperada de su esternón partido. Ante tal comprobación científica del acoso visual, el laureado investigador Rebeca se dio a la tarea de estudiar si en el terreno de lo auditivo, táctil y olfativo, se estarían dando otras manifestaciones condenables del acoso sexual, no contempladas en el Reglamento ya vigente. Descubrió que sí. Que algunos estudiantes y profesores de Arquitectura motivados por sus clases del Propedeutico, salían con la nariz roja a los jardines de Humanidades a oler chiquillas sin ningún control. “Eso no puede ser. Eso hay que sancionarlo”, vociferó la Guzmán muy airada por el perfume de rancio abolengo, sobre todo rancio, que exhalaba su vecina la Tercio. “Ya no podemos usar un perfume erótico porque se nos tiran encima”, agregó, También detectó el acucioso investigador social, que algunos descarados de la Escuela de Modelaje y Curvas se metían al gimnasio de mujeres para escucharlas orinando en el baño colectivo de la Escuela de Deporte. “Esto tampoco lo perdonaremos”, rabió Lizandra Nárvaez la nueva abanderada del feminismo en decadencia. Así las cosas, se acordó redactar un ademdun al Reglamento de Acoso Sexual vigente, para que toda mujer víctima de miradas, olidas u oídas no autorizadas, fuese reivindicada con el castigo correspondiente al perverso mirón u oliscón. Los demás casos de hostigamiento sexual –como el táctil– se consideraron ya bien definidos en el Decálogo existente y por ahora no se tomará en cuenta a los hombres como víctimas, pues la historia demuestra que las oprimidas son las féminas y los machos, los opresores. Se juzga entonces con base en el principio de discriminación positiva: “toda mujer tiene la razón y todo macho, que se joda”, según sentenció la Presidenta de la Corte en histórico fallo muy reciente. |
Se llevan millonadas
PENSIONADOS DE LA UPA SE VAN
CON LA TAJADA GRANDE
La lista completa de los profesores y funcionarios de la Universidad Popular Auténtica (UPA), que se han jubilado con cifras super millonarias, será dada a conocer por El Totolate en su próxima edición.
No se la pierda.
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¡Ultima hora!
DESCUBREN A LA GÜIRRA BAILANDO
CHINGA EN PONTEVEDRA
Espere reportaje con fotos
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VENGA AL CINE
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En la UPA
AVISPERO ARRUINA CONGRESO
Un enjambre de abejas asesinas coludidas con avispas quita-calzón de las denunciadas en el Totolate.com desde años atrás, dio al traste con las actividades del Congreso LGTBII convocado por la Prima Rectorina esta semana.
Una multitud de lesbianas, gays, transexos, bisexos, intersexos e impotensos, venidos de todos los puntos cardinales del planeta, se vieron impedidos de realizar su tradicional “cónclave orguyoso”, cuando una nube negra de insectos proveniente de la acequia Opus invadió el paraninfo de manera sorpresiva. Los millares de avispas atronaron en el auditorio con un ruido ensordecedor y se posaron en el moño de la Prima Rectorina, quien iniciaba su perorata en el podium. Desde allí desataron una guerra preventiva hacia el auditorio hasta que todo el mundo se dio a la fuga. Luego de unos instantes en el colocho de la Dos, empezaron a atacar selectivamente a ciertos personajes de la institución como el SS, el Partiquino, la Terciopelo, la Zaida Guzmán y la Uno, hasta que el maestro de ceremonias, de corbatín negro, dio la orden de zafarrancho y pidió a gritos las máquinas de bomberos. Los congresistas se refugiaron en los inodoros cercanos y, entretanto, policías y bomberos lavaron con agua y jabón a las avispas africanizadas sin que lamentáramos heridos. Sí hubo tres picados, pero esos ya venían así desde el viernes y andaban con Margarito. A Gallina de Trapo, que era invitado de honor, las avispas lo acosaron en el pescuezo, pero los médicos informaron que lo había salvado su infaltable cuello ortopedico. Una de las asistentes, Tita Boyardo, dijo que posiblemente el ataque había sido una conspiración del Renco Bolaños, quien ya con anterioridad había estado hablando de esta peste avisperil en los potreros de la UPA y era un machista homofóbico que no podía ver a esta gente reunida. El evento se reprogramó para el día internacional del orgullo lésbico la próxima semana. Piden a la policía investigar a lesbianas
Una petición concreta para enviar al Ministerio Público y a los tribunales de justicia a la jefe(a) de las lesbianas de la UPA, Zaida Guzmán, emitió días atrás el Decanato de la institución por recomendación de la Auditoría.
La insólita acusación en el campus obedece a los malos manejos de dólares canadienses que hicieron los grupos lésbicos abrigados por el DF (Departamento Femenino), el cual preside la susodicha, y en compañía de varias cófrades que integran la Agenda Mujeril y el Partido Cerofémino, el cual están tratando de inscribir para participar en las próximas elecciones. Según las actas del Decanato, disponibles en la red, las involucradas recibieron una donación en dólares de la AUCCM, Asociación Unida Contra Casos Machistas de la Universidad de Toronto, la cual estaba destinada a la UPA y las imputadas la despositaron en la cuenta bancaria de la Guzmán, con conocimiento de la Prima Rectorina, la Bis-rectora y la Presidenta del Decanato, todas del mismo género y agrupadas en el DF y en el Partido Cerofémino. Se las acusa a todas de evasión de normativa, uso de comprobantes falsificados para justificar gastos, manejo perverso de recursos de la UPA, apropiación indebida de fondos, engaño sobre transferencias de fondos y en fin, que le dieron bomba a una plata que no les pertenecía y estaba destinada para fines educativos y no sexuales. El dinero se utilizó aparentemente para una fiesta trasvesti en el bar La Abeja, y un paseo de La Uno con Zaida Guzmán a Condovac La Costa. Continuará... PRIMER GRAN CONGRESO UNIVERSITARIO
La máxima autoridad de la insitución, don Máximo Lepero, anunció esta semana que ya se encuentra en preparación el Ier Gran Congreso Universitario, un cónclave que reunirá a todos los académicos de la UPA para “analizar y revisar los derroteros deinserción de esta unidad educativa en el nuevo mundo de la globalización mundial y diseñar sus nuevas formas de planeación estratégica en ese contexto”.
El Rectorum indicó que la próxima semana nos podrá entregar la lista de temáticas por discutir y las personalidades que presidirán el magno acontecimiento. |
Trivia
–¿Qué significa güirra? –le preguntó Querubín a Perro e rico.
–Esperáte a la próxima semana, porque hay que preguntarle al Gazpacho que fue quien le puso el apodo.
R:
–Diay mae, una güirra es una güila muy zorra –le dijo el Gazpacho a Querubín cuando se lo encontró en la cantina El Zarpe, el día de la marcha de las tortis.
–Esperáte a la próxima semana, porque hay que preguntarle al Gazpacho que fue quien le puso el apodo.
R:
–Diay mae, una güirra es una güila muy zorra –le dijo el Gazpacho a Querubín cuando se lo encontró en la cantina El Zarpe, el día de la marcha de las tortis.
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